domingo, 20 de março de 2011

La simbología de los atributos masculinos

Las primeras clases de educación sexual de la historia
La simbología de los atributos masculinos

Por Ignacio Monzón, 24 de febrero de 2011

Dolní Vestonice
Como se ha afirmado en las anteriores entregas, los seres humanos de la Prehistoria carecieron por completo de pudor a la hora de representar una serie de elementos que algunas personas incluso se sonrojan al contemplarlas hoy día. Las venus, por ejemplo, son conocidas por la gente desde el colegio, como uno de los mayores emblemas de la capacidad artística humana.

¿Pero es siempre la mujer lo que se puede ver?, ¿y qué pasa con el hombre?, ¿era ignorado? Hace años, incluso a veces en círculos académicos, circuló la idea de que los matriarcados y la importancia de las “diosas-madre” eran producto de un desconocimiento del papel del varón en el acto de la reproducción. Las mujeres poseían el poder de generar nuevos individuos y el varón lo contemplaba con una mezcla de temor y admiración.

Idea un tanto caduca, eso sí, si se tiene en cuenta que desde muy pronto se sabía que sin coito no había embarazo, por lo que la sexualidad del varón tenía que ser relevante. Más aún, parejos a las imágenes de las vulvas y en ocasiones relacionadas con ellas, se han podido documentar plasmaciones de penes, siempre erectos y en algún resto afortunado con la inclusión de elementos como el glande o los testículos. También durante siglos la imagen de un pene apuntado hacia arriba poseyó un potente significado de fertilidad y bonanza, además de otras funciones de los que se hablará más adelante. Una erección era un síntoma de que podía existir cópula y por ello la esperanza de generar descendencia y con ella la continuidad del grupo. Es menester recordar que, además de la fuerza de trabajo que proporcionaban, los nuevos individuos eran una especie de “seguro” de jubilación en el caso de que las fuerzas de los padres empezaran a fallar.

Ejemplos ilustrativos los tenemos, por ejemplo, en las representaciones fálicas de las cuevas de Chufín y El Castillo, ambas en Cantabria, la de Fronsac (Francia) o la del abrigo de Castanet en Sergeac (Francia). Interesantes como poco se podrían definir los restos de Laugerie-Haute, con un bajorrelieve fálico que aprovechó la forma de una estalagmita y que se halló cerca de otro que describía una vulva. La relación entre ambos elementos parece ser más que evidente y algunos autores han visto en este conjunto unos “ejemplos gráficos” para la iniciación de los más jóvenes en los rituales de fertilidad. Con una pequeña dosis de humor, podríamos llegar a pensar que estamos ante las primeras evidencias de clases de educación sexual.

Y si esto puede parecer poco a ojos del lector, también es conveniente que eche un vistazo a una escultura en bulto redondo, de apenas 35 centímetros de alto, que apareció en la cueva gala de Loussel. Apodado como “Príapo”, nos describe, de forma muy vaga y tosca, a un hombre con sus órganos sexuales muy destacados, presentando cierta desproporción anatómica. Queda claro que lo importante de la obra era el significado la erección, como en los personajes itifálicos –con el miembro “erecto”– de Lascaux (Francia), la Peña (Asturias) y Altamira (Cantabria).

El repertorio de restos materiales que nos han llegado incluye también una serie de elementos bastante polémicos por su dudosa interpretación como órganos sexuales masculinos. Algunos “bastones de mando”, término que designa una realidad también muy ambigua –o dicho de forma clara, que no sabemos bien lo que son– podrían haber sido símbolos fálicos. Uno de ellos, hallado en Gorge d´Enfer, yacimiento de Dordoña, consiste en una parte superior bifurcada decorada de una morfología un tanto peculiar. Ambos apéndices recuerdan, por su forma, a la del pene, algo que parece confirmarse con los grabados que describen el glande y el meato. Otro caso similar se ha querido ver en Bruniquel (Tarn-et-Garonne, Francia), con dos bastones cuyos puntos distales también se trabajaron recordando penes.

Y para complicar aún más las cosas tenemos un objeto documentado en el gran yacimiento checo de Dolní Vestonice, que no ha carecido de interpretaciones contrarias. Mientras que unos investigadores lo definen como una venus de gran esquematización que con dos bultos que harían la función de caderas, nalgas y pechos, en un esquema parecido al de la Venus de Lespugne, otros han concebido una utilidad más masculina para el mismo. Desde un “consolador” que además del falo –con una serie de marcas que lo atestiguarían– y los testículos incluiría un mango para su mejor agarre, a un instrumento ritual que emplearía su apéndice posterior para ser fijado en la tierra y mantener su verticalidad.

Cópulas como la de La Marche y Enlene (Francia), eyaculaciones como la del hombre de Riberira de Piscos (Portugal), la hipotética zoofilia de la cueva de Penascosa, el supuesto –y subrayo el término de “supuesto”– lesbianismo de Gonnersdorf (Alemania) con dos mujeres frotándose los pechos, forman parte de lo que se ha denominado el “kamasutra” de la Prehistoria.

La parte negativa es que aunque el elemento sexual es completamente evidente, no lo es tanto el sentido que le dieron. ¿Ritualidad? Es lo más probable, pues gastar tanto tiempo y energía en algo meramente lúdico no tiene mucha lógica. Otra cosa es que dentro de sus creencias, sobre fertilidad o para la iniciación en los asuntos carnales de los jóvenes –que serviría de medida de control de la natalidad– encontraran el goce en unas imágenes atractivas. En cualquier caso la sexualidad “cultural” y social había nacido, desarrollándose en los periodos diferentes, pero como decía el sabio, eso es otra historia.
http://www.elreservado.es/news/view/262-el-sexo-en-la-historia-seriales-historia/991-la-simbologia-de-los-atributos-masculinos

Nenhum comentário:

Postar um comentário