REPORTAJE: TRANSICIÓN SEXUAL
Los barbudos también acuden a consulta sexual
Poligamia, obsesión por la virginidad, homosexualidad reprimida... La doctora Amal Chabach, única sexóloga marroquí, describe la oscilante evolución de la sexualidad en Marruecos
IGNACIO CEMBRERO 10/07/2011
El hombre barbudo vestía una gandoura (larga túnica sin mangas) y la mujer llevaba burka, pero fue ella la que tomó la palabra en la consulta del médico para quejarse. Su esposo, explicó, no la satisfacía sexualmente porque era "demasiado rápido" haciendo el amor y, si quería ser un buen musulmán, debía colmarla. El marido asentía.
"Muchas jóvenes piden un certificado de virginidad que mostrar al marido si no sangran en la noche de bodas"
A lo largo de sus 11 años de ejercicio de la sexología, la doctora Amal Chabach, de 43 años, ha visto desfilar casos singulares por su consulta de Casablanca, pero conserva un recuerdo agudo de este matrimonio islamista que recibió hace seis meses.
Cuando Chabach decidió, en 1997, estudiar sexología en la Universidad de Bobigny (París), tras acabar la carrera de medicina, su principal motivación era "ayudar a las mujeres a mejorar su sexualidad, a consultar sin avergonzarse a otra mujer, pero especialista en esa materia". "Había constatado que existía esa necesidad mientras hice prácticas en un hospital de Casablanca", rememora la doctora.
Cuando, tres años después, Chabach se convirtió en la primera sexóloga de Marruecos -aún sigue siendo la única-, sus primeros y escasos pacientes fueron hombres "con problemas urgentes como la disfunción eréctil". "No me daba ni para pagar el alquiler de la consulta", recuerda.
A lo largo de la última década, la doctora Chabach se ha convertido, sin embargo, en un personaje conocido no solo porque hay cola para acudir a su gabinete en Casablanca, sino porque anima en la emisora tangerina Medi 1 un exitoso programa semanal de consultas por teléfono. Ahora prepara un programa de televisión.
Acaba además de publicar en mayo, en París, La pareja árabe en el siglo XXI. Manual de instrucciones (editorial Quintessence), que amplía, con aportaciones de otros sexólogos árabes, su primer libro editado el año pasado en Casablanca. Es una incipiente Elena Ochoa a la marroquí, aquella doctora que en la España de los noventa hizo mucha pedagogía sexual en los medios de comunicación.
"Marruecos está en transición en lo político y también en lo concerniente a la vida conyugal", declara Chabach resumiendo su experiencia. "He visto estos años cómo se ampliaba la visión sexual de los marroquíes, pero subsiste el lastre de la educación, tradiciones y tabúes, que se tardará décadas en superar", asegura sonriente en la terraza de una cafetería.
A los hombres aquejados de disfunción eréctil y de eyaculación precoz se añadieron pronto, como pacientes, mujeres que padecían anorgasmia y vaginismo (contracción involuntaria de los músculos de la vagina que impide la penetración).
"El vaginismo es una fobia relativamente frecuente en Marruecos, achacable, entre otras cosas, a la matraca que padecen las niñas a la que se les repite que no pierdan su virginidad, que permanezcan cerradas y, de paso, se les anticipa que la noche de bodas es espantosa", sostiene Chabach.
"Desde hace cuatro o cinco años, estas urgencias motivan, sobre todo, a acudir a la consulta a pacientes rurales, mientras que aquellos que vienen de las grandes ciudades, muchas veces en pareja, buscan cada vez más mejorar su rendimiento sexual para darse mutua satisfacción", añade satisfecha por esta transformación. "En el marco del matrimonio, el islam es de lo más permisivo", sostiene Chabach. "Solo está vetada la sodomía".
Ambos sexos han evolucionado. "La mujer estudia, trabaja y exige compartir el placer", recalca. "El hombre toma conciencia de que si satisface a su mujer, si el placer es mutuo, la relación de pareja será mucho más sólida". "De ahí que me haya encontrado con algún que otro joven que no quería casarse mientras no resolviese su problema de eyaculación precoz".
Entre las tendencias más recientes, Chabach señala que empieza a haber mujeres que asumen haber perdido su virginidad antes de contraer matrimonio e incluso parejas que, sin estar casadas, conviven bajo un mismo techo. Internet cambia mentalidades y "sobre todo facilita los contactos", recalca.
Estos brotes de liberalismo en las costumbres no deben ocultar el conservadurismo de una sociedad marcada por la tradición y la religión. Un porcentaje elevado de jóvenes mujeres solicitan a Chabach un certificado de virginidad antes de casarse. "Lo piden, por ejemplo, para mostrárselo al marido si, por casualidad, no sangran al tener una primera relación en su noche de bodas", explica la doctora.
Esa noche es especialmente estresante para la recién casada en algunos pueblos. Tras perder la virginidad debe colocarse un seroual (pantalón blanco corto) y mancharlo de sangre antes de quitárselo, colocarlo en una bandeja y mostrarlo a los familiares.
En alguna remota aldea sureña es "el joven marido el que comparece ante la parentela y se declara o no agradado por esa primera relación", explica Chabach. Si lo está, la familia del esposo agasaja a la de la esposa. Si, en cambio, aquel muestra su disgusto, la familia del esposo insatisfecho golpea a la de la recién casada.
El islam permite la poligamia, lo que genera situaciones peculiares. "He atendido, por ejemplo, a un sexagenario que no daba abasto para satisfacer por igual, como le obliga la religión, a sus tres esposas", recuerda Chabach. "Quería saber cómo estar a la altura".
Viudos ancianos, a veces octogenarios, que se disponen a casarse con cuarentañeras -en Marruecos son ya solteronas- forman también parte de la clientela de la doctora. Acuden preocupados por su capacidad de tener erecciones e incluso de procrear. Estos matrimonios son frecuentes en Marruecos. Los varones longevos encuentran a una mujer que les atienda y estas últimas adquieren el estatuto de casada, mucho mejor que el de soltera, mal visto a partir de cierta edad.
Como en España, muchos hombres se inician en el sexo con la ayuda de prostitutas, un fenómeno discreto pero bastante generalizado en Marruecos. Pero a la hora practicar el sexo con su esposa son reacios, a diferencia de los europeos, a acariciar los genitales de la mujer y "muchos rechazan el cunnilingus". Estas reticencias pueden dificultar el tratamiento del vaginismo en el marco de la pareja.
La felación tampoco es un hábito frecuente, "sobre todo en el marco del matrimonio; fuera sí está más generalizada". ¿Por qué? "Cuando un hombre se casa, su mujer adquiere, a veces, un carácter semisagrado, sobre todo cuando es madre", responde Chabach. "No hay que ensuciar a la madonna con usos supuestamente sucios", prosiguen. "Esos se reservan para el burdel o la relación extramarital".
El islam y la ley condenan en Marruecos la homosexualidad. Entre los cientos de pacientes que ha tratado la sexóloga hay, sin embargo, apenas media docena de gais, señala Chabach. "Suelen ser adolescentes que descubren su orientación sexual, sufren ante el rechazo social que provocan y no la aceptan".
http://www.elpais.com/articulo/reportajes/barbudos/acuden/consulta/sexual/elpepusocdmg/20110710elpdmgrep_2/Tes
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