segunda-feira, 13 de fevereiro de 2012

La crisis se nos mete en la cama


EFE.MADRID

  • La situación económica afecta al bolsillo, pero también al estado de ánimo
  • Reina el pesimismo y la sensación de frustración, dos sentimientos que están afectado a las relaciones íntimas de pareja
La crisis económica afecta al bolsillo de los españoles, pero también a suestado de ánimo, por el "pesimismo reinante" y la sensación de frustración se ha trasladado también a la cama; el deseo sexual de muchas parejas, que celebran el martes el Día de los enamorados, se ha resentido. 

Así lo han constatado sexólogos como Francisca Molero, médico y directora del Institut de Sexología de Barcelona y vicepresidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología, quien atiende en su consulta a pacientes que no pueden desligar su vivencia sexual del entorno económico y social, ciudadanos a los que les cuesta desconectar y que se sienten "bloqueados" en este sentido. 

LA CRISIS EN LA CAMA 


La sexualidad pasa por delante de ellos en los momentos de crisis: "Cuando una persona está muy tensa y preocupada también está menos activa y más cansada y eso influye a la hora de pedir o tener relaciones. Disminuye el deseo sexual". 

El psicólogo y sexólogo Andrés López de la Llave también coincide en este diagnóstico, en que el estrés que sufren muchas personas por la crisis esta afectando a la respuesta sexual: "La ansiedad es el origen de más del 90% de los problemas y las dificultades sexuales que tienen los humanos. La actividad sexual requiere que el resto del cuerpo esté funcionando normalmente". 

Y no lo está haciendo, según De la Llave, director del proyecto de divulgación y educación sexual de la UNED, porque "la gente está preocupada por su vida y cuando hay problemas de trabajo y de vivienda es absolutamente normal que se resienta el sexo. No se puede hacer el amor cuando hay problemas". 

CÓMO DESPERTAR EL DESEO 


La pregunta que se hacen los que han perdido el deseo es cómo despertarlo. El director del máster en Sexología de la Universidad Camilo Jose Cela, Carlos de la Cruz, cree que "hay que salir a buscarlo y hay que hacerlo en espacios de ocio, mandando sms a tu pareja o cuidándote para sentirte atractivo, es decir hay que hacer algo para que el deseo aflore, hay que regar y ponerlo al sol para que crezca sin forzar". 

No hay que forzar el deseo, porque cuando se fuerza, según este psicólogo, sexólogo y escritor, "no funciona, es una obligación y eso es justo lo contrario de lo que se busca". 

Pero "otro disparate es no hacer nada, porque así el deseo no va a venir". 

Para sentir las ganas de salir a buscar el deseo, la primera recomendación de los especialistas, tal y como subraya La llave, es "pensar en sexo, hablar de ello, reírse con los chistes de sexo". 

Molero parte también de esa premisa, la de que el deseo sexual aparece sobre todo pensando en sexo y en la sexualidad como algo positivo para la persona porque "es muy difícil desear algo en lo que no piensas". 

"Muchos pacientes me dicen -comenta la médico- 'yo nunca tengo ganas" y yo les preguntó ¿cuándo piensas en sexo? y me dicen que nunca. Pues así es difícil desear algo, y desear es algo gratuito y si además es algo positivo te carga pilas y hace que tu pensamiento no sea tan negativo y tan pesimista". 

Esa es la clave para sentirte bien en este tiempo de crisis, un momento que te puede servir, según Molero, para darte cuenta de "cuáles son las verdades prioridades humanas". Una de ellas es compartir sentimientos, emociones y placer con otras personas porque eso nos da una percepción diferente de la vida y del mundo". 


LAS DISFUNCIONES 

A veces, hay una serie de transtornos que dificultan el sentir placer, comoproblemas de erección o eyaculación precoz, vaginismo, falta de libido por la toma de antidepresivos o anorgasmia, entre otros, pero buena parte de ellos se podrían solventar con información sobre cómo funciona la sexualidad. 

Según La Llave, más del 80% de los problemas sexuales se solucionarían solamente con dar información al paciente porque muchos se generan "por la ansiedad que supone el pensar que tienes algo mal", y ahí no valen fármacos, que "no son la solución". 

"Se está dando la idea de que el problema de erección, por ejemplo, del que los laboratorios tienen intereses que se hable, se soluciona con fármacos cuando es más interesante hacer prevención. Sólo hay un porcentaje bajísimo que requiere medicación", agrega. 

Se resuelven los problemas, según De la Cruz, con información o "hablando y dejándote escuchar por alguien que te importa, como tu pareja o un amigo" porque, en su opinión, la mitad de los problemas que llegan a los sexólogos se podían haber resuelto si se hubiera hablado cuando comenzó. 

La educación sobre la sexualidad en la escuela y en los centros de salud evitaría muchos de estos problemas, según La llave, que está convencido de que no valen estadísticas en sexo. 

"Intentar poner números, por ejemplo, a los minutos que tiene que durar un coito es absurdo porque hay parejas que le duran dos minutos y sonextremadamente felices y hay otras que les parece que es eyaculación precoz. Es un juicio muy de valor de cada uno y que tiene que ver con muchas cosas", apunta el especialista. 

En sexo, a su juicio, "todo es normal mientras no dañas a nadie y a ti te produzca satisfacción". 



ESTÍMULOS PARA AMAR 



Para acercarse de nuevo al sexo vale cualquier oportunidad, hay que dejarse llevar por fechas como la del día 14 para mantener relaciones: "Todo nos recuerda el sexo -indica La llave-; los grandes comercios están hablando del amor y de los enamorados y eso hace que la gente piense en sexo, porque cuando piensa en su pareja, piensa en la persona que ama y piensa en sexo". 

Un pensamiento y unos estímulos que hacen que sea más probable, según los especialistas, que "ese día tenga sexo". 

Ese día, el 14, en el que se festeja también el Día Europeo de la Salud Sexual, o cualquier otro que sirva de gancho para rescatar de nuevo esa parte de la vida, debe de tener en cuenta, como dicen los especialistas, que una de las cosas para las que sirve la sexualidad es para obtener placer y éste tiene una repercusión en las personas, la recompensa de sentirte bien. 

La Sociedad Chilena de la Psiquiatría no volverá a difundir contenidos homófobos

Por Alexander RochaLa Sociedad Chilena para el Desarrollo de la Psiquiatría (Sodepsi) ha dado a conocer que prohibirá la difusión de contenidos homófobos en sus publicaciones después de que el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh) alertara de la homofobia defendida en uno de los documentos de la organización chilena.
El Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh) denunció recientemente loscomentarios homófobos publicados en el séptimo volumen de la Gaceta de Psiquiatría Universitaria, una publicación realizada por la Sociedad Chilena para el Desarrollo de la Psiquiatría (Sodepsi).

El reportero Miguel Cortes publicó un artículo en la edición impresa de dicha publicación defendiendo que "actualmente en el cine, la televisión, las revistas, la radio, el internet, etc, se proporcionan conocimientos a quienes lo requieran: aún más, son conocimientos deformados y pervertidos en que la parafilia, la homosexualidad, el lesbianismo, la pedofilia, etc, se muestran impunemente en adolescentes y niños".

El Movilh, ante dichas declaraciones homófobas, recordó a la organización de la psiquiatría que "dicha declaración violenta derechos humanos y contraviene lo planteado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y las principales asociaciones de psiquiatría en el mundo respecto la homosexualidad".

El director de la Sociedad Chilena para el Desarrollo de la Psiquiatría, César Ojeda,se ha pronunciado ahora en torno al caso garantizando que su organización estará atenta para evitar que vuelvan a publicarse comentarios homófobosen alguna de las publicaciones que llevan a cabo.

"Hemos revisado el contenido de ese comentario y nos parece que tienen toda la razón. Lamentamos el hecho, pues nada más lejos de nuestra convicción que amparar posturas homofóbicas [...] estaremos vigilantes en lo sucesivo para que hechos como este no se repitan", ha expresado Ojeda.
http://noticias.universogay.com/la-sociedad-chilena-de-la-psiquiatria-no-volvera-a-difundir-contenidos-homofobos__13022012.html

domingo, 12 de fevereiro de 2012

Discusión sobre pedofilia permitirá cambio Iglesia: Vaticano


Internacional jueves 09 de feb, 2012

Por: NOTIMEX/CIUDAD DEL VATICANO

El Vaticano consideró hoy que el simposio que se realizó sobre los abusos sexuales del clero contra menores es un “importante paso” para la ruptura del silencio en este tipo de casos.
Aunque ha habido “muchas rupturas” en la cultura del silencio sobre los abusos sexuales del clero contra menores, el simposio realizado por el Vaticano sobre el tema es un “importante paso” para compartir este cambio a nivel de la Iglesia universal, dijo
El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, calificó como “muy positivos” los resultados del simposio “Hacia la curación y la renovación”, que inició el lunes pasado y concluyó este jueves en la Universidad Gregoriana de Roma.
Destacó que el encuentro, en el que participaron obispos y religiosos de todo el mundo, tuvo todo el apoyo del Papa Benedicto XVI.
El Pontífice envió un mensaje al inicio de la reunión, en el que subrayó que la atención y cura de las víctimas de abuso sexual debe ser una prioridad de la comunidad cristiana, al lado de una “profunda renovación” de la Iglesia en todos sus niveles.
Lombardi dijo que el jerarca católico aprobó personalmente una “considerable” donación para financiar un proyecto por internet de prevención e información de abusos sexuales a menores por parte de religiosos.
Anunció que Benedicto XVI será completamente informado de todo lo que se discutió en el encuentro.
Destacó que al simposio acudieron cercanos colaboradores del pontífice, como los prefectos de las congregaciones para la Doctrina de la Fe, William Joseph Levada; para los Obispos, Marc Oullet; y de Propaganda Fide, Fernando Filone, entre otros.
Dijo que el testimonio durante el simposio de Marie Collins, víctima de abusos sexuales dentro de la Iglesia, fue “muy importante” y ayudó a los participantes a un crecimiento y conocimiento del dolor causado.
“Hay varios tipos de víctimas de los abusos, algunas están tan afectadas que no logran recuperar la confianza, otras, como Collins se sienten en condiciones de dar una contribución para mejorar el futuro de los niños”, declaró.
Por su parte, el cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Munich, Alemania, reconoció que ante las denuncias de abusos sexuales la Iglesia empeoró las cosas y profundizó la herida al intentar negar la realidad.
Dijo que “en los últimos decenios muchos responsables (de la Iglesia) consideraron una prioridad proteger a las instituciones, por lo que intentaron esconder la terrible realidad, en vez de reconocerla en toda su amargura”.
“Es necesario mirar de frente la realidad del pecado y proceder por la vía del arrepentimiento”, sentenció.
Durante el simposio quedó claro el papel de los medios de comunicación en la denuncia de los abusos, e incluso Marie Collins reconoció que la atención mediática permitió que su violador fuera condenado.
Según Marx, los obispos deben aprender a relacionarse con los medios, inspirándose en la transparencia y recordó que ni siquiera la campaña mediática más hostil puede tener éxito si no contiene verdades en sus contenidos.
Por su parte, la Congregación para la Doctrina de la Fe pidió a todas las conferencias episcopales elaborar este mismo año sus propios lineamientos para dar apoyo y orientar los comportamientos ante los casos de abuso sexual.
Durante el simposio, el cardenal Levada resaltó que es obligación de la Iglesia cooperar con las autoridades civiles en los casos de abusos sexuales perpetrados por clérigos.
Para muchas víctimas de abusos, una necesidad primaria es saber que la Iglesia escucha su historia, que comprende la gravedad de lo que han sufrido, que desea acompañarles en el largo camino de curación y que toma medidas adecuadas para la protección de otros niños frente a semejantes abusos, dijo.
http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/706712.discusion-sobre-pedofilia-permitira-cambio-ig.html

Killing your sex life?


FEATURES
The strange side effects of happiness drug
Amina Batyreva | The McGill Daily
AMINA BATYREVA | THE MCGILL DAILY
SHANNON PALUS
Published on February 9, 2012
“I mean, I’ve never even –,” Nicole* says, pausing,  “ – had an orgasm.” She draws out the “a” in “had.”
We’re sitting on bar stools around the island of her parents’ kitchen, in a suburb of Philadelphia. This is where we sat senior year of high school – high, eating cookie dough, picking over hook-up prospects; where, in grade five, we ate grilled cheese and talked about the cutest boy in the class.
Now, it’s summer break, and we’re halfway through university. Nicole’s been struggling with depression, and until recently she’s been taking Effexor, a selective serotonin reuptake inhibitor (SSRI), the most commonly prescribed class of anti-depression medication. Though we’re still talking about sex, we’re tuned into something a little darker this time.
The listed side effects of taking SSRIs include: headache, dry mouth, anxiety, nausea, diarrhea, insomnia, sleeplessness. In 2000, a twelve year-old who had been on Paxil for seven months hung herself. So, to this day SSRIs in the United States carry a black-box warning about suicide. But lurking in the drug pamphlet of every SSRI, somewhere between the media-hyped worst-case scenarios, and the string of mundanities that typically fade after a week or two, are the words “sexual dysfunction.”
The list of conditions that fall under that term could hold its own in a fine-print contest.  In no particular order: no or lower libido, delayed orgasm, anorgasmia (no orgasm), pleasureless orgasm, erectile dysfunction, problems with arousal (unspecified), and possibly genital anesthesia (in which genitals are no more useful for pleasure than, say, your arm is).
These side effects reportedly hit between 2 and 70 per cent of patients on SSRIs – the number varies study to study, depending on how the study is done. In studies where you wait for patients to bring up sexual dysfunction, a comparatively small number report having it; but when the question is asked specifically, reports always clock in at 30 per cent at least. It all makes the little, bouncing genital-less smiley faces in those Zoloft ads seem more than a little wicked.
Ben Goldacre, a doctor and Guardian columnist, lays out the stakes involved in drug-induced sexual dysfunction in his book Bad Science.
“I’m trying to phrase this as neutrally as possible,” Goldacre writes. “I really enjoy the sensation of orgasm. It’s important to me, and everything I experience in the world tells me that this sensation is important to other people too. Wars have been fought, essentially, for the sensation of orgasm.”
***
Nicole had taken Effexor for nearly a year, however, our topic of conversation that afternoon – about whether it affected her sexual function – was one that she had not even broached with the doctor that put her on the medication.
Audrey Bahrick, a psychologist at the University of Iowa, explains that the decision to take medication should be one of “informed consent.”   Patients should have an understanding of the benefits and downsides of the medication, including the possibility that it’ll mess with your sex life.
“It almost sounds trivial,” says Bahrick. You might be prepared to cope with a little loss of libido. “But it can be much more. It can be really quite a pervasive change.”
Studies clearly show that patients will, far more often than not,  fail to bring up sexual side effects unless specifically asked. This is especially true when patients have just 15 minutes with a general practitioner before being shoved out the door. (A game to play at McGill Health Services: get a doctor to prescribe you an SSRI, see if they bring up the birds and the bees.)
Prior to prescribing an SSRI, doctors need to suss out a “baseline” – or typical sexual function  – with patients first, explains Bahrick. If you have a solid idea going into  taking the medication of what your sexual function is like, it’s easier to know if the drug is taking something away.
Though Bahrick does not prescribe drugs, as a psychologist she is directly involved in patient’s treatment plans. She sees the 18 to 22 year olds that she works with as an especially vulnerable population, as their baseline of sexual function isn’t as firmly established as it is for adults.
Further, women’s sexuality risks being ignored: if a man cannot get an erection or stays hard for too long (one man I spoke to described “erections that last forever”), it seems to be a clear, easy-to-explain problem. When a women can’t reach orgasm, however, it may be harder to recognize that as an issue.
“We know a whole lot more about men’s experience. They’re a lot easier to study,” says Bahrick.
***
It turns out this is true in more ways than one. Anita Clayton, a psychiatrist at the University of Virginia who works with drug companies to study side effects of SSRIs, explains that it’s harder to get government funding to study female sexual dysfunction. “I think there’s a cultural and institutional bias against women and their sexuality, that it needs to be contained,” she says. “And I think that much of that influences the funding to do studies.”  She cites abstinence-only education as another factor impeding a meaningful discourse on the subject.
Abstinence-only education isn’t good – this is true. But the problem is deeper than that.  Its not just that sexual function is hard to study, or that it’s harder to study in women – it’s that sex is, even in some of the best of cultural conditions, defined in a male-centric and heterosexist way. It’s reduced to the male orgasm, the act of intercourse, a penis entering a vagina and depositing an amount of sperm. Women’s pleasure – which often stems from acts other than vaginal intercourse – is taken for granted or ignored altogether.
These complications apply to people like me and Nicole, too, who were not products of abstinence-only education – quite the opposite, in fact. Over the years, we’ve rented the movie All I Wanna Do from the now-bankrupt video store so many times that we might as well have been charged as responsible for wearing out the tape. In it, Kirsten Dunst goes to an all-girls boarding school, and fights the oppressive rule against wearing jewelry, and, most importantly, the one about not having male visitors. She and her cohorts skirmish with the nighttime chaperones, essentially, for the sake of getting laid.
Everything about our world told us that Dunst was right. We were taught that – should we somehow ever find ourselves apparrated to a conservative boarding school – the right to still have sex was one worth losing our dining hall privileges over. In grade five, volunteers from Planned Parenthood played the “penis game” with us, in which everyone shouted out words for genitalia at the top of their lungs, as though our yelling could hit a frequency that would shatter the playground stigmas. The school nurse had free condoms on hand, in case, it seemed, of an emergency.
In our liberal world of readily available condoms and birth control, we were free to have intercourse. But sex is brilliantly multifaceted  – desire and dysfunction aren’t always easily identified. And yet what dominates the discourse is a binary language: yes or no, penetration or not. From nosy peers: “how many people have you slept with?”; from doctors, “are you sexually active?”
If there is an erection going into a vagina, according to this way of thinking, the system is functional – enough to count as active, enough to make another notch in the bedpost. The dysfunctions experienced by men can more clearly fall under this straight-and-narrow definition.
Bahrick mentions a female she treated who said that she was not concerned about sexual side effects – she had a boyfriend, but they were not having intercourse; sexual side effects didn’t have anything to do with her.
Female arousal is more complex, and hidden, both physiologically and culturally: women do not necessarily have orgasms with every act of intercourse, though the clitoris swells when aroused, it is out of sight.
While male cum featured – necessarily, it felt – in many of my teenage conversations with Nicole, female pleasure came up explicitly for the first time that summer afternoon. It was part of her sexual baseline that she hadn’t quite bothered to look into before.
In grade ten sex ed, the subject of female masturbation came up once. Later at track practice a friend asked me, “Does anyone do that?” hdgshfgshdfghdsgjsh
***
For Bahrick, the problem is scarier than just asking the right questions, or being sensitive to the fact that a patient might not yet have discovered their baseline of sexual function. Much of her work comes from the first-hand accounts of people on SSRIs, people who have been on them for longer than the standard eight-week trial that it takes to get the drug approved by the FDA. Her findings are drawn from both patients in her office, and members of a Yahoo discussion group called SSRIsex. There are things lurking here that are deeply sinister: accounts of people going on SSRIs, losing their sexual function and never getting it back.
The mainstream medical community has not accepted the notion of post SSRI sexual dysfunction – there is no research that proves it. It could turn out to be as invalid as the link between vaccines and cognitive diseases. But, unlike Jenny McCarthy’s choice cause, no research has been done to show for sure that there isn’t a link between post-treatment sexual dysfunction and SSRIs, either.  This is the scary thing about these drugs – if there are long-term side effects, ones that extend beyond the eight-week trials, we’re currently testing them in situ, on millions of people.
“We need to talk about what we don’t know,” she continues. Post-SSRI sexual side effects are not accepted by the mainstream medical community. Still, in the past decade, studies on suicidal thoughts and SSRIs have shown that the twelve year-old’s death was likely not caused by the drug, and yet the drugs still carry warnings. Better to err on the safe side.
***
It is strange that a solution to happiness could rob us of sex. A drug called Viibryd hit the market in early 2011; the data, at glance, indicates that it might sidestep this paradox (can’t you feel that sentiment pumping through its name?). If you look at the drug insert material, rates of sexual dysfunction clock in around 2 per cent. The FDA approved the drug – but not the claim that it offers superior sexual function, as the study only compared rates of side effects in Viibryd to a placebo, not to another SSRI. In spite of its questionable accuracy, the 2 per cent figure was out: it made the media rounds, landing headlines on news websites from Salon to ABCNews.
The fact that patients are looking for a better SSRI, though, is a positive step: When Prozac first hit the market, studies that asked specifically about sexual side effects weren’t even being done. If you have a drug that really does reduce side effects, that would be a brilliant thing to market. “Yes, and if you have one that is going to be negative, you want to know that too, because it might negatively affect the treatment plan,” Clayton says earnestly.
She dismisses the claim that SSRIs can cause post-treatment sexual dysfunction – there are psychological factors to explain the post SSRI libido drop. “The number of these reports is so low. If that is the case, it’s just a coincidence,” she says, though quickly adding, “in my opinion.”
There is one more striking – and perhaps crucial – difference between the emphases of Clayton, who works hand in hand with big pharma, and Bahrick, who is a psychologist, and spends much of her time with patients. While Bahrick uses the language of “informed consent”, in her literature, Clayton uses the typical pharma language of “treatment compliance.”
“‘Treatment compliance’  is a term suggesting a more passive, less collaborative role of the patient and a more paternal role of the prescriber,” explains Bahrick. The term is out of favor with pyschologists, for this reason. “Yet the language of ‘compliance’ does still seem ever-present in the sexual side effects literature, i.e. – the side effects pose a risk to treatment compliance.” For Bahrick, a patient who sees sexual side effects as a reason to not take a drug has a valid point.
In high school, we poured over consensual sex for hours in the classroom, reading stories, running through hypothetical scenarios, like militia running though war theory. What we weren’t taught was about how to say yes or no to a drug, to a company; what violation of your self happens when you swallow a pill. What we weren’t taught is that we were entitled to explore a range of feeling, including feelings that that might take time to figure out.
I ask Clayton what she says when patients decline drugs because of side effects. “In those patients what are we going to do?” she replies, implying annoyance. “Shove it down their throats?”
***
It is winter break, 2011, and six months have passed since Nicole stopped taking medication. Though she sees a pyschiatrist regularly – and did make it through the bulk of her depression while on meds – she’s also started doing yoga and writing more in an effort to feel better.
One evening a few days before Christmas, we take the train downtown, watch a local band play a few songs at an Irish bar, and then wander out onto 12th street. It is our first time going out in Philly since we reached the legal drinking age. In a moment of abandon, we pop into a club called iCandy: a pocket of techno and rainbow strobe lights in the mild winter, encased in revolution-era brick. We take our seats on bar stools at a table for two, and a man wearing nothing but a santa hat and red briefs serves us rounds of twizzler-flavored test tube shots.
It’s one of those moments when I feel like I have wandered out of my own life and onto a movie set. I check to see that we’re still wearing the cardigans that we left the house in.  We’re off script this time: happiness and pleasure are things that aren’t necessarily tied to a chemical or a sexual conquest. We’ve learned the lessons of Dunst characters – the ones who risk it all for the act of sex under its strictest definition – and now we’re leaving them behind.
When Nicole weaned herself off the anti-depressants, she told me about how she opened up each individual plastic pill and dumped out the hundreds of tiny white beads that contained the drug. First, four every day, then, a week later, eight, and so on, until there were none left to spill out.
Now, in the bar, a small pile of glassware accumulates in front of us, as we become drunker in fifty-milliliter doses of alcohol and syrup. Nicole leans forward.
“It happened,” she says, smiling and shrugging at the same time. “I had one.”

*Name has been changed
http://www.mcgilldaily.com/2012/02/killing-your-sex-life/

Detectan pedofilia gracias al uso de escáneres cerebrales


Por: EL SIGLO DE TORREÓN

SE ESPERA QUE LA INVESTIGACIÓN AYUDE A DISEÑAR TRATAMIENTOS Y TERAPIAS ESPECIALIZADAS.
En un estudio realizado por la Universidad de Kiel, en Alemania, pudo comprobarse que, utilizando escáneres para revisar las funciones cerebrales, es posible diagnosticar cuando una persona es pedófila o corre el riesgo de serlo.
El experimento consistió en seleccionar dos grupos, uno de control, con 32 adultos sanos, y otro de 24 personas reconocidas abiertamente como pedófilos. A cada grupo se les mostraban imágenes de genitales de personas mayores de edad, así como de niños y niñas. Cada imagen era mostrada sólo por un segundo, para evitar reacciones conscientes o manipuladas.
Mientras se mostraba cada imagen se observaban áreas del cerebro que actúan en los mecanismos de recompensa ante los gustos, y que están relacionadas a la sexualidad. El mayor descubrimiento fue que la respuesta neuronal de los pedófilos es distinta a la del grupo de control, es decir, en las personas sanas no se produce estímulo alguno al observar las fotografías de menores.
La investigación estuvo a cargo del científico español Jorge Ponseti, del departamento de Medicina Sexual de la universidad, quien considera que los resultados pueden ayudar a desarrollar terapias y tratamientos de apoyo para evitar la parafilia.
^AC
http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/705855.html

Meninos são aliciados para virar transexuais em SP Leia mais sobre esse assunto em http://oglobo.globo.com/pais/meninos-sao-aliciados-para-virar-transexuais-em-sp-3950782#ixzz1mAdxu0TM © 1996 - 2012. Todos direitos reservados a Infoglobo Comunicação e Participações S.A. Este material não pode ser publicado, transmitido por broadcast, reescrito ou redistribuído sem autorização.

Tráfico de adolescentes para prostituição começa nas redes da internet


C., em uma travessa da Avenida Indianópolis
Foto: Cleide Carvalho / O Globo
C., em uma travessa da Avenida IndianópolisCLEIDE CARVALHO / O GLOBO
SÃO PAULO - Magra, cabelos compridos, short curto. M., 16 anos, abre o sorriso leve e ingênuo dos adolescentes quando perguntada se pode dar entrevista. Poderia ser uma das milhares de meninas que sonham com as passarelas. Mas não é. O relógio marca 1h de sexta-feira. M. é um garoto e está na calçada, numa das travessas da Avenida Indianópolis, conhecido ponto de prostituição de travestis e transexuais, escancarado em meio a casas de alto padrão do Planalto Paulista, na Zona Sul de São Paulo. A poucos passos, mais perto da esquina, está K., também de 16 anos.

— Sou muito feminina. Não tem como não ser mulher 24 horas por dia — diz K.
M. e K. são a ponta do novelo que transformou São Paulo num centro de tráfico de adolescentes nos últimos cinco anos. Meninos a partir de 14 anos são aliciados no Ceará, no Rio Grande do Norte e no Piauí e, aos poucos, são transformados em mulheres para se prostituírem nas ruas de São Paulo e em países da Europa. Misturados a travestis maiores de idade, eles são distribuídos em três pontos tradicionais de prostituição transexual em São Paulo: além da Indianópolis, são encaminhados para a região da Avenida Cruzeiro do Sul, na Zona Norte, e Avenida Industrial, em Santo André, no ABC paulista.
O primeiro contato é feito por meio de redes de relacionamento na internet. Uma simples busca por “casas de cafetina” leva os garotos a perfis de aliciadores, que são homens, mulheres e travestis. Após o primeiro contato, pedem que o adolescente encaminhe uma foto por e-mail, para que seja avaliado. Se for considerado interessante e “feminino”, eles têm a passagem paga pelos aliciadores. Ao chegar a São Paulo, passam a morar em repúblicas de transexuais e a serem transformados. Recebem inicialmente megahair e hormônios femininos. Quando começam a faturar mais com os programas nas ruas, vem a oferta de prótese de silicone nos seios. Os escolhidos para ir à Europa chegam a ser “transformados” em tempo recorde, apenas cinco meses, para não perder a temporada na zona do euro.
É fácil identificar os adolescentes recém-chegados. Além do corpo típico da idade, eles têm seios pequenos, produzidos por injeção de hormônios, e megahair. Testados inicialmente na periferia, os meninos são distribuídos nos pontos de prostituição de acordo com a aparência. Os considerados mais bonitos recebem investimento mais alto e vão trabalhar na área nobre da cidade. Na Avenida Indianópolis, recebem R$ 70 por um programa no drive in e R$ 100 se o programa for em motel. Nos outros dois endereços, o valor é bem mais baixo: entre R$ 30 e R$ 50 no drive in e R$ 70 a R$ 80 em motel.
Menores evitam ruas principais
Não faltam interessados. A partir de 17h, homens na faixa de 30 a 50 anos aproveitam o fim do expediente para, antes de seguir para casa, fazer programas rápidos com os transexuais na Indianópolis. Um furgão preto, com insulfilme, faz o transporte de vários transexuais. Mas, nesse horário de maior movimento, dificilmente os menores ficam à vista nas calçadas.
Por existirem há décadas, os pontos de prostituição de travestis são vistos com naturalidade pelos moradores de São Paulo. Afinal, se prostituir não é crime. Por isso, a rede criminosa se mistura aos transexuais mais antigos. Assim como eles recebem a proteção da Polícia Militar para não serem agredidos por grupos homofóbicos, os novos fios do novelo se entrelaçam, dando à rede de tráfico internacional de adolescentes o mesmo aparato de segurança e legalidade que é dado aos transexuais ditos “independentes”.
Em geral, os transexuais adolescentes ficam nas travessas, atrás dos grupos de maiores de idade, que ficam quase nus e são extremamente expansivos. Pacíficos, os dois grupos convivem bem com a vizinhança, exceto pelo constrangimento proporcionado pelos mais velhos (acima de 25 anos) sem roupa ou exibindo partes íntimas ou siliconadas.
Os adolescentes são mais discretos, menos siliconados e “montados”. A aparência de menina é mais natural. Os implantes de silicone nos seios são menores, num apelo direcionado aos pedófilos. Eles usam saias e shorts curtinhos, como M. e K., e podem ser facilmente confundidos com meninas.
Como na Indianópolis prostitutas e travestis dividem espaço, clientes são surpreendidos pela nova leva de jovens vindos de outros estados, de aparência cada vez menos óbvia.
Y., 19 anos, é um dos transexuais que fazem aumentar a confusão. Aos 15, foi levado a São Paulo pela rede de prostituição e pedofilia.
— A cafetina viu que eu era feminina e que ganharia muito dinheiro. Minha mãe assinou autorização para eu viajar, e vim de avião. Ficou preocupada, como toda mãe, mas deixou — conta.
Inicialmente, foi levado a trabalhar na Avenida Industrial, em Santo André, no ABC paulista. Pagava R$ 20 pela diária na república, sem almoço.
— Quem não tivesse os R$ 20 tinha de voltar para a rua, não entrava enquanto não conseguisse — diz ele.
Mesmo sem ter sido transformada, já chamava atenção. Logo começou a faturar R$ 250 por dia. Aos 16 anos, recebeu “financiamento” para colocar prótese de silicone no seio. O implante foi feito por cirurgião plástico. Custou R$ 4 mil, mas Y. teve de pagar R$ 8 mil à cafetina, pois não tinha dinheiro para quitar à vista.
Y. diz que aceitou porque queria ficar feminina logo. Neste mercado, os seios são vistos como principal atributo. Quanto mais aparência de mulher, mais os clientes pagam. Agora, a jovem mora sozinha num flat e paga seu aluguel. Diz que divide o espaço da avenida tranquilamente e já não deve nada a ninguém. Faz entre seis e 10 programas por noite, afirma, enquanto lança olhares às dezenas de carros que passam rente à calçada, não se sabe se por curiosidade ou atração fatal.


http://oglobo.globo.com/pais/meninos-sao-aliciados-para-virar-transexuais-em-sp-3950782

sábado, 11 de fevereiro de 2012

Pare de procurar o ponto G


Publicado Sábado, 11 de Fevereiro de 2012, às 09:11 | Ligia Helena, iG São Paulo

Se em 60 anos de estudos nem os cientistas o encontraram, por que você ainda está pensando nisso? 

Desde 1950, quando o médico alemão Ernst Gräfenberg descreveu o ponto G pela primeira vez, cientistas, médicos e mulheres tentam encontrar esta área da vagina que, uma vez estimulada, seria responsável por altos níveis de excitação sexual e levaria ao orgasmo com facilidade.


Um grupo de pesquisa da Universidade de Yale, nos EUA, liderado pelo urologista Amichai Kilchevisky, se propôs a analisar artigos científicos publicados entre 1950 e 2011 em busca de evidências do ponto G. Revisaram então todos os estudos que destacassem algum dos seguintes termos: "ponto G", "ponto de Gräfenberg", "inervação vaginal", "orgasmo feminino", "zona erógena feminina" e "ejaculação feminina". A conclusão não poderia ser mais clara: após 60 anos de estudos, ainda não há evidências científicas sobre a existência do ponto G. "Anatomicamente ele não existe. A gente faz cirurgias, dissecções, e esse ponto não existe", afirma a ginecologista e terapeuta sexual Junia Dias de Lima.



Sozinha, a mulher deve explorar seu corpo e descobrir como e onde sente mais prazer
Sozinha, a mulher deve explorar seu corpo e descobrir como e onde sente mais prazer Foto: Getty Images
Apesar disso, pesquisas indicam que a maioria das mulheres acredita no ponto G, mesmo as que nunca conseguiram localizar a tal área mágica em suas próprias vaginas. "Algumas mulheres vêem no ponto G uma espécie de tábua de salvação. Quando não conseguem ter prazer com seus parceiros, querem uma justificativa biológica, querem saber como achar o ponto G. Mas o sexo não é apenas biológico, é biopsicossocial. Costumo dizer que o ponto G está entre os ouvidos da mulher, fica no cérebro", diz o ginecologista e sexólogo Amaury Mendes Júnior, professor e médico do ambulatório de sexologia da Universidade Federal do Rio de Janeiro. 



A busca pelo ponto G, em vez de resultar em prazer, pode causar frustração. "A mulher passa a achar que ela é a errada e diferente das demais. As pessoas são exibicionistas, gostam de falar que têm muitos orgasmos, mas não falam de seus problemas sexuais. Falamos de problemas de saúde diversos, dizer 'tenho enxaqueca' é até chique, mas dos problemas sexuais ninguém fala abertamente. A mulher que não consegue sentir prazer se sente muito frustrada", explica Junia.


Mas se o ponto G não existe e o caminho do prazer não é apenas biológico, o que a mulher deve fazer para ter relações sexuais gostosas e alcançar o orgasmo?


"Tem uma questão filosófica: as mulheres têm que entender que não devem tentar alcançar o orgasmo para agradar o homem. O prazer é individual, o outro não sente as suas sensações. Então a busca do prazer é para ela, não para o outro", diz Junia. "Cada pessoa tem um mapa erógeno, as áreas em que sente mais prazer, mas muita gente não sabe explorar sua individualidade", completa.


A psicóloga e sexóloga Carla Cecarello, coordenadora do Projeto Ambsex, afirma que o autoconhecimento e a masturbação são bons aliados. "A mulher precisa conhecer seu corpo, se tocar, fantasiar, ter um tempo só para ela, para descobrir as sensações que pode ter", explica Carla. "É muito eficiente estimular o clitóris, seja por fora da vagina, onde ele fica visível, ou por dentro, em direção à sua base".


E o parceiro, como fica nesta busca pelo prazer? "A mulher deve procurar uma boa pessoa para se relacionar – um homem, outra mulher, como preferir. Deve ser um companheiro interessante e interessado", diz Mendes Júnior. "O outro não deve cobrar, questionar se a mulher gozou ou não gozou. Isso gera ansiedade. O parceiro precisa ajudar a mulher a relaxar e se entregar ao sexo", aconselha Carla. "O sexo tem que ser bom para os dois. Tanto o homem como a mulher devem aceitar o outro como é, compartilhar e buscar juntos os caminhos do prazer", encerra Junia.
 

http://www.cenariomt.com.br/noticia.asp?cod=162063&codDep=7