quarta-feira, 20 de abril de 2011

¿Para qué sirve una sexóloga? (I)

¿Para qué sirve una sexóloga? (I)
por Sexorum
VIERNES 15 DE ABRIL DE 2011 A LAS 13:37 HORAS
Opinión > Cultura

Cuando comencé mis estudios de post-grado en sexología, coseché dos tipos de comentarios. El primero, solía provenir de los hombres y era: “llámame cuando empieces las prácticas”. El segundo, solía provenir de las mujeres y era: “Mmm, ya hablaremos cuando acabes”. Ambos acompañados de una mirada que sugería claramente a lo que se estaban refiriendo.

Lo que subyace debajo de los dos comentarios es que una sexóloga es una científica que estudia el sexo y, en los dos casos, están realizados partiendo de que el sexo es aquello que se hace (con frecuencia en la cama o en otro sitio que nos permita adoptar posturas de acople). Por eso, hay una creencia generalizada de que las sexólogas son una sabia mezcla entre geisha y experta en kamasutra y, además, conocen todas las artimañas que procuran placer (ya sea a uno mismo o a la pareja).

Y es que la palabra sexo tiene diferentes significados. Por un lado el sexo que se es, por otro el que se tiene y por último el que se hace. Si digo que mi sexo es femenino, me refiero al primero de los “sexos” que he mencionado, si digo que Pedro tiene un sexo grande, me refiero al segundo y por último, si digo que una persona ha tenido sexo esta noche, me refiero al último. Con frecuencia, la única forma de saber de qué sexo estoy hablando es el contexto en el que lo menciono.

La sexología es la ciencia que estudia el sexo. El sexo que se es. Lo trocea, lo desmenuza y lo estudia, para comprenderlo, no para juzgarlo, no para cambiarlo a lo que “debería ser”. En sexología se estudia:

La sexualidad, es decir, la particular manera que cada persona tiene de vivir su sexo (hombre o mujer).
La sexuación, es decir, el proceso que dura toda la vida y que va construyendo esa mujer o ese hombre que somos en cada instante.
La erótica, los deseos que se producen por el hecho de ser seres sexuados.
la amatoria, cómo llevamos a cabo esos deseos en la vida real.
La procreación, el deseo de tener hijos o no y, aún más allá, como las posibilidades de sinergia que se dan entre los proyectos de los sexos que conforman la pareja.
La pareja, la forma más frecuente usada por las personas, como seres sexuados, para organizar sus vidas entre ellos.

Todos ellos vistos desde los modos femenino y masculino, los matices heterosexual y homosexual y las peculiaridades de cada cual. Y por supuesto, con sus dificultades, cuando aparecen, si es que aparecen, y, desde luego, no partiendo de ellas.

La sexología se centra en el sexo, es decir estudia a las mujeres y los hombres, las diferencias que hay entre los unos y los otros, qué hace que una mujer sea una mujer o un hombre, un hombre, cómo gestionan los unos y los otros la vivencias que tienen, los placeres, de qué manera ligan, cómo se acercan el uno al otro, cómo se encuentran y cómo son esos encuentros. Todo eso es sexo y es apasionante.

Bien mirado, no parece políticamente correcto hablar de la diferencia cuando ahora todos tenemos que ser iguales. Sin embargo yo quiero estudiar la diferencia -me gusta la diferencia- y quiero que no desaparezca. Esto es fácil porque, por muchos ministerios que nos queramos inventar, un hombre será un hombre y una mujer será una mujer. Lo que sí sería deseable es la igualdad de derechos, la igualdad de oportunidades, la igualdad a la hora de medir el trabajo de las unas y los otros, la igualdad de salarios en igualdad de condiciones. Son frases que, aunque menos sonoras que “la igualdad” a secas, son mucho más claras. Y es que a fuerza de propugnar “la igualdad”, la estamos imponiendo en circunstancias y aspectos en los que es imposible.
http://www.eldigitaldemadrid.es/articulo_c/general/2117/iquest-para-que-sirve-una-sexologa-i

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