quarta-feira, 6 de abril de 2011

Azotes en la alcoba

Azotes en la alcoba
Domingo, 3 de abril del 2011
«¡Como a una cola de caballo, átame a los cometas, y azótame! / Y que mi cuerpo se desgarre en las puntas de las estrellas». En este retazo del poema La flauta de las vértebras, del realista soviético Vladimir Mayakovski, atar y azotar son verbos con fuerza, que esta semana han sonado menos libres y acusadores al ser pronunciados por una mujer, la cantante Rihanna, porque sus fantasías sexuales con ellos se escribieron junto a la denuncia y el triunfo judicial contra su expareja por maltrato. De la vinculación de ambos hechos asoma una intencionalidad.

Edición Impresa Versión en .PDF Información publicada en la página 12 de la sección de Opinión de la edición impresa del día 03 de abril de 2011 VER ARCHIVO (.PDF)
¿Se puede decir que una persona masoquista en la alcoba merece o gusta del maltrato en su vida? Sin duda, la mayoría responde con un no, puesto que es capaz de discernir entre una práctica sexual elegida entre personas adultas y el abuso violento ejercido contra la libertad de otra persona, el «la maté porque era mía» sin más. A Rihanna, en la cama, según deja claro, le gusta lo mismo que a más personas de las que pensamos e imaginamos. Un comportamiento que, según algunos cánones médicos, solo se convierte en parafilia cuando es frecuente o constituye la única vía de placer. La cantante admite ser masoquista, y valora negativamente este hecho tras achacarlo al mal trato sufrido en su infancia.

La sexualidad de la artista y las vivencias con las que se elabora parecen atrapadas en el tiempo como Bill Murray. Atrapada está la joven porque el suyo es un patrón sexual calcado de una realidad construida con parámetros masculinos. La famosa envidia de pene alumbrada por Sigmund Freud es un ejemplo de ese armazón teórico que sustenta la existencia de un ser central en la vida, el varón. Aunque algunas de sus discípulas intentaron arreglarlo con la llamada envidia del hombre por el cuerpo de la mujer, y otras, como Karen Horney, renegaron directamente de la teoría sobre el miembro del hombre.

La polémica siempre surge con el cuerpo forzado a ser secundario ante la centralidad del pene y que los hombres quieren decidir el placer. Cuando las diferencias parecen bastante claras. Cuando los mecanismos difieren y no solo por la biología. Ese control, propio de las sociedades patriarcales y prolongado a través de las distintas fases del conocimiento científico sobre la reproducción, se vertebra a través de un único modelo sexual y, también, de las desviaciones señaladas por médicos y capellanes. La libertad de elección, como sucede con el ejemplo de la cantante, es el principio.

La diferencia empieza por las palabras, por su definición. Los argumentos, los discursos, acaban por calificar los deseos, orientar las tendencias y definir lo que resulta gustoso. Términos como pornografía ya no son monosémicos. Contra esa concepción masculina de una representación de la obscenidad, poco sutil y degradante, surgen propuestas a la demanda femenina. En este caso, su mirada es más que nunca complementaria y diferente de la masculina.

Dicho y hecho. La editorial francesa Leduc ha publicado Porno para las mujeres, escrito por la Asociación Europea de Pornografía para Mujeres. El ejemplar es, sin duda, alternativo. Su objetivo declarado es ofrecer lo que vuelve locas a las mujeres. Nada de imágenes directas del acto sexual ni de hombres con poses evidentes. Sí la de un hombre sin gota de grasa pasando el aspirador o la de un apolo con dos guantes de cocina calzados en unas manos sugerentes. En cada página figura la foto de un hombre así y un pequeño texto de atención y halago para la mujer. Que las escuchen y las mimen parecen los mejores estímulos sexuales. Ellas no son el descanso del guerrero, ni ellos, de las amazonas. La asociación intenta redescubrir el término pornografía: todo lo que es excitante y hace fantasear a las mujeres. A todos nos sobran fantasmas. Pero el verbo elegir es clave.
http://www.elperiodico.com/es/noticias/opinion/azotes-alcoba/961020.shtml

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