Conocí a un chico el sábado, estábamos genial, toda la noche ji,ji, ja,ja,… me dijo que me acompañaba al coche y cuando salimos del pub yo me fui a encender ese cigarrito que me apetecía tanto como acercarle a mí y achucharle un buen rato. De repente se paró en seco ¿pero, fumas?, todo esto con una cara entre disgustado y sorprendido. Sí,… bueno,… solo un poco. ¡Solo un poco!, ¡fumo la leche!, ¿pero cómo iba a decirle a aquel macizorro defraudado que fumo un paquete al día…? En fin,…que me fui a casa con un buen calentón y sin macizorro. Eso sí, antes de llegar a casa me fumé tres seguidos.
“El fumar forma parte de mi identidad” con esta frase tan rotunda una paciente comentaba ayer su pesar. Su pareja le había puesto un ultimátum: el tabaco o yo.
¿Es lícita esta solicitud? ¿Es motivación suficiente el que si no dejamos de fumar nuestra pareja nos deja?
Y es que los que no fuman notan muchas cosas en los que sí fuman, y esas cosillas hacen que no les resulte tan deseable, tan apetecible a la persona fumadora. Entre esas cosas no muy deseables están:
- el mal aliento ( imaginar un beso…).
- las manchas en los dientes.
- el olor a tabaco en la ropa, en los dedos (chuparlos no es nada agradable), en el pelo…
- los dedos, además de oler a tabaco, están amarillentos.
- esas tosecillas inoportunas…
- el dinero que cuesta el tabaco.
En fin , que hoy en día parece que socialmente el fumador no es muy aceptado y en las relaciones sentimentales tampoco. Las estadísticas dicen que solo fuma un 21% de la población, y que los fumadores tienden a relacionarse sentimentalmente con otros fumadores, donde no son vistos como apestados.
¿En qué lugar estas tú?
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