16 de septiembre de 2011
Entrevista a Monica Riutort, coordinadora de
programas regionales en temas de abuso sexual y atención a inmigrantes, y
profesora en la Universidad de Toronto, Ontario, Canadá.
Además de trabajar durante treinta años con
mujeres inmigrantes en Canadá, tú misma has sido inmigrante ... ¿Qué te motivó a
salir de tu país, Chile?
Llegué a Canadá en 1974, tras el golpe de
Pinochet, buscando mejores condiciones de vida en un país democrático y
avanzado. Tenía un diploma en analítica médica en la maleta y un marido animoso
y paciente del brazo. No tuve que sufrir, como tantas mujeres, pérdidas
familiares o desarraigos violentos: venía de una cariñosa familia de clase media
y nuestros lazos familiares se mantuvieron fuertes. El gobierno canadiense
apostaba por integrar a los inmigrantes en una sociedad multiétnica pero con una
cultura compartida, no un simple melting pot, por eso tenía programas de
bienvenida ofreciendo durante seis meses un piso donde vivir, un subsidio para
alimentos, cursos gratuitos de inglés .
¿Qué resultados tuvo, en tu opinión, esta
amplia política de acogida?
La inmigración ha sido una práctica constante
en la historia de Canadá, los inmensos territorios habitados desde hace milenios
por pueblos indígenas fueron colonizados por franceses e ingleses a partir del
XVI siglo. "Kanada" significa en lengua hurón-iroquesa, justamente, "lugar de
reunión". Y los canadienses entendieron que si querían poblar y desarrollar un
país tan grande (segundo del mundo, sólo después de Rusia), y enfrentar el
envejecimiento de la población, necesitaban mano de obra e inteligencia
extranjera. Así atrajeron primero a escoceses e irlandeses, luego a chinos para
construir infraestructuras en el Oeste, después, en otras olas,a italianos,
latinos, africanos y asiáticos (recientemente han entrado indios y paquistaníes,
sobre todo en el sector informático). Se trata de una inmigración controlada
desde el punto de vista profesional y demográfico, donde los inmigrantes son
invitados a concentrarse en algunas zonas geográficas en lugar que en otros. Las
personas refugiadas no son seleccionados en base a sus necesidades (ejemplo
mujeres solas con hijos) sino a si tienen un cierto nivel económico, y si están
enfermos son acogidos en un hotel hasta que se recuperen. Hay centros culturales
africanos o latinos, organizados por sus líderes, con materiales en varios
idiomas. En el sistema escolar hay clases de la lengua materna; si por ejemplo
hay un grupo numeroso de chinos en un determinado barrio, se enseña el
cantonés.
Entonces, ¿las personas inmigrantes se
organizan en barrios?
Así es, hay barrios chinos, griegos, italianos
etc., que hacen fiestas coloridas en las calles. Las primeras generaciones han
trabajado duramente, una parte de las familias han prosperado, pero las segundas
generaciones de los y las jóvenes que pueden estudiar sin hacerse callos en las
manos se sienten formar parte ya de la ciudadania canadiense, sin más. Es más
cool, evidentemente.
¿Cómo fueron tus comienzos?
No muy brillantes, (ríe). Mientras aprendía
inglés, trabajé un tiempo en una empresa de catering donde tenía que poner
guisantes en los menús de las líneas aéreas, pero mis compañeros me tenían que
ayudar porque no era demasiado rápida en las tareas manuales y los platos se
acumulaban en la línea de montaje. Por suerte, después pude especializarme en
sociología y educación y empecé a trabajar como voluntaria en un centro de
acogida a mujeres inmigrantes.
Allí me encontré la sorpresa de que el mayor
problema que tenían las mujeres que acudían al centro no era el económico, sino
la violencia doméstica, y como era un dato poco conocido, tenía que empezar casi
de cero. Con otras compañeras entonces creamos una asociación a nivel nacional,
redactamos un manual de apoyo a la mujer golpeada, abrimos un hostal para las
que necesitaban un refugio, y a lo largo de diez años conseguimos algunos
avances también en las políticas sociales, como el hecho de que el subsidio que
el estado canadiense daba al cabeza de familia inmigrante se entregara, en
cambio, a la mujer, para que ésta no dependiera de un marido violento.
En la actualidad, qué servicios públicos que se
ofrecen a las mujeres víctimas de violencia doméstica consideras más
eficaces?
Primero de todo, rescato la importancia de la
solidaridad entre mujeres, el rol de una amiga que escucha sin juzgar y acompaña
a la víctima de violencia en los servicios públicos. Considero positiva la
actitud de la justicia que afirma que el problema de la violencia doméstica es
un problema de toda la sociedad y no sólo de las mujeres; la posibilidad para
las víctimas de violencia de tener acceso a casas de refugio, y el hecho de que
sea la policía y no la mujer quien pone los cargos al hombre maltratador, que
acaba preso. Él puede pagar fianza para salir, pero con la obligación de asistir
a un curso largo (dirigido por hombres), sobre cómo conducir su agresividad.
Esto me parece esencial, al igual que un trabajo constante en el sistema
educativo para prevenir la violencia hacia la mujer.
Y en el tema de la salud de la mujer
inmigrante, ¿cuáles fueron tus observaciones?
En unas investigaciones realizadas en la
Facultad de Medicina y el Hospital de la Mujer nos encontramos con otra
sorpresa: nos reveló, por ejemplo, cómo al principio la salud de las inmigrantes
recién llegadas era mejor que la del o de la canadiense media, pero después de
unos diez años ellas la tenían bastante peor y sufrían a menudo enfermedades
estomacales, migrañas, diabetes, depresiones. Todas ellas enfermedades
relacionadas con altos niveles de estrés.
¿... Provocado por?
Por diversos factores: por un lado, los cambios
culturales que implican vivir en una familia urbana mononuclear, cuando por
ejemplo estás acostumbrada a vivir en familias extensas. O el hecho de que,
siendo extranjera, tienes que demostrar constantemente tu valía, más que un
profesional local.
¿Personalmente, sientes haber sufrido alguna
forma de discriminación racial, tú que has alcanzado una buena posición
profesional y social?
De una forma más sutil, sí. Por supuesto,
siempre fui invitada a directorios de grupos feministas u organizaciones de
mujeres, interesadas quizás en presentar hacia fuera una cara simpática de
inmigrante "exótica" y culta, como yo, para favorecer su imagen de gente
"progre". Pero no estaba invitada a las reuniones donde se formulaban
estrategias o administraban dinero público. Hay valiosas profesoras
universitarias latinas que llegan a la edad de la pensión sin haber obtenido el
papel de full professor. Peor aún si eres de color: prueba de buscar casa y
verás la dificultad que encuentras.
¿Cómo reaccionaste a esta sensación?
Valorando aún más los principios de solidaridad
que aprendí en mi familia chilena y la búsqueda de realización profesional de la
mujer que me transmitió mi madre. Ella crió con mucho cariño ocho hijos e hijas,
pero sufrió por tener que pedir dinero al marido para las necesidades
familiares.
¿Cuáles consideras que son los grupos sociales
más o menos sutilmente discriminados en Canadá?
Indudablemente (y paradójicamente) los más
desfavorecidos son las y los habitantes más antiguos del mismo Canadá, como son
los pueblos aborígenes de los Inuit, First Nations, Métis.
"Mira, ¡se lo hemos dado todo y no se
desarrollan!", se queja parte del funcionariado estatal. Por "todo" entienden
programas asistenciales y subsidios. Los cuales, evidentemente, no cumplen con
los objetivos de proporcionar bienestar, pues los pueblos aborígenes siguen
teniendo altos niveles de desempleo y fracaso escolar (en escuelas donde falta
atención a su cultura), casas amontonadas, problemas de salud como obesidad y
diabetes, relacionados con una mala alimentación. Resulta que el funcionariado
no tiene en cuenta lo más importante que les han sacado a lo largo de los
siglos: la identidad cultural, el idioma, las tierras y la dignidad. ¿Os parece
poco? Los indígenas ya no son los guardianes de un hábitat empobrecido y
contaminado, ni comparten las ganancias de la extracción y manipulación de los
recursos naturales. Por otra parte, observamos que las tasas de suicidios y
alcoholismo disminuyen donde las mujeres son involucradas en el gobierno de la
comunidad, donde los ancianos pueden transmitir sus conocimientos a los jóvenes,
en fin, donde hay una continuidad cultural.
Considero que una de las aportaciones más
valiosas de las culturas aborígenes es un concepto de salud holístico, que
incluye la dimensión física, espiritual, emocional y mental del individuo. Esto
mucho antes de que la Organización Mundial de la Salud descubriera estas
conexiones (ríe). Ni hablar del sistema oficial de salud, que casi siempre sigue
parcelizándote por piezas (tu estómago, tu hígado, etc.) sin considerar los
factores sociales (por ejemplo, violencia o racismo) o medioambientales
(contaminación) que afectan la salud de una persona.
Entonces, ¿hay un eslabón perdido entre el
sistema de salud y la vida real?
Exactamente. Estamos aún al principio, creo yo,
de una nueva visión de la salud, y hay que seguir investigando y descubriendo
para avanzar más. Como ahora, el tema de la violación. Las estadísticas
evidencian que en Canadá al menos una de cada seis mujeres ha sufrido abusos
sexuales (la tasa es más alta entre las jóvenes aborígenes, que caen a veces en
redes de traficantes). En general, están bien documentadas las consecuencias que
éstos conllevan en la salud mental de la chica o mujer, pero el sistema público,
después de ofrecer un tratamiento psicoterapéutico breve a la mujer y tomar
muestras orgánicas del violador para que la policía lo atrape, ignora
completamente cómo se desarrolla después la vida de la chica o mujer, si se ha
recuperado completamente o sigue teniendo problemas de salud, a nivel físico o
emocional. Sabemos, por ejemplo, que criaturas que han sido abusadas pueden
desarrollar problemas estomacales crónicos, ansiedad, u obesidad a lo largo de
su vida.
En mi trabajo como voluntaria en un centro de
asistencia a mujeres violadas (el Rape Crisis Centre) puedo comprobar cuán
profundo puede ser el dolor de la chica o mujer violada: su autoestima a veces
se desploma y puede llegar a hacerse cortes físicos para aliviar el dolor
emocional. Es un dolor que a veces nos deja sin palabras. Y no todo se resuelve
con una terapia breve. Sin embargo, no hay médicos que ante casos de problemas
estomacales crónicos pregunten a la mujer si ha sufrido abusos ... y en caso de
que le pregunte, ¿qué hará? Por eso hay que seguir trabajando para que el
sistema de salud afine sus instrumentos para apoyar a la mujer violada, y por
supuesto también a los niños. Y la sociedad entera se sensibilice en el tema. En
eso estoy, con mis compañeras, y en eso trabajaré por el resto de mi vida.
Gracias por vuestra atención.
Nenhum comentário:
Postar um comentário