terça-feira, 17 de maio de 2011

La prostitución de hombres y mujeres a cambio de comida

El kamasutra milenario
La prostitución de hombres y mujeres a cambio de comida

Por Ignacio Monzón, 04 de abril de 2011


Los dioses practicaban el sexo como una forma de poblar el universo con más entidades superiores y cuando se emparejaban con los mortales producían individuos singulares que servían como agentes suyos en el mundo mortal. Es más que evidente que los mortales también disfrutaron de las relaciones carnales, pero posiblemente incluyendo una dimensión más lúdica e intrascendente.

Una de las evidencias para conocer algo de la mentalidad sobre el sexo en este sentido es el de la aparición de la prostitución en las primeras civilizaciones. El llamado “oficio más antiguo del mundo” si realmente no lo es, desde luego se encuentra entre los más añejos que ha ejercido la Humanidad, tanto en el caso femenino como en el masculino. Gracias a la documentación que ha sobrevivido de la antigua Sumeria sabemos que en las ciudades existían mujeres y hombres que intercambiaban sus favores por comida u otros productos y que recibían los nombres de “las que hacen la calle” o “las que hacen los muelles” en el caso femenino, unos apelativos bastante contemporáneos.

Pero quizá lo que más ha llamado la atención por parte de la comunidad de especialistas ha sido la existencia de otro tipo de servicio que poseía una protección de los dioses: la llamada “prostitución sagrada”. Más que un tipo único se trataría de una realidad heterogénea mal catalogada por griegos y romanos que incluiría prácticas sexuales vinculadas de forma oficial con los templos y potencias celestes. Heródoto (I, 199) recogía que en su viaje a Babilonia había contemplado un acto que le había llamado poderosamente la atención desde su perspectiva helénica. En el templo de Isthar –una versión de la Innana sumeria- las mujeres que deseaban casarse se sentaban en las escaleras y debían esperar a que un hombre les diera dinero. En ese momento debía yacer con el individuo y ofrecer el dinero a la divinidad. Con esto la mujer ya podía casarse, regresando a su casa con toda su honra al haber ofrecido su virginidad a la diosa.

Este pasaje generó y en ocasiones todavía lo hace, ríos de tinta acerca de las posibles interpretaciones. Desde un error del historiador a una deformación intencionada para hacer ver a los babilonios como seres depravados y algunas ideas más son las que se han barajado para explicar esta extraña mención. Una posibilidad muy sólida es que fuera un acto “escenificado” donde el futuro marido fuese el hombre que ofrecía el dinero. Al fin y al cabo todo se hacía en el recinto sagrado del templo, como los matrimonios religiosos actualmente se hacen en las iglesias o sinagogas. El mismo ofrecimiento del dinero a la patrona del templo sería una acción de gracias o una petición de felicidad y prosperidad, obteniendo la sanción del acto por parte de Ishtar. Otro posible significado de semejante costumbre sería el llamado “primer desvirgamiento”, una costumbre semita, al menos documentada en la zona de Canaan, donde los huéspedes, siempre ajenos a la familia, tendrían el derecho –y casi el deber- de disfrutar de los favores de las mujeres de la casa donde se hospedase. En ciertos pasajes bíblicos (Ier 5,7; 4,30; cfr. Gen 34,31; 38,15-21; los cap. 2 y ss.) esta costumbre de “hospitalidad sexual” sería extensible a las poblaciones hebreas.

El llamado “sexo sagrado” en los templos aparece en menciones de Estrabón (XVI, 1, 20) o Justino “(Epítome”, XVIII, 5, 4), éste último refiriéndose a la costumbre de la prestación de estos servicios en la isla de Chipre por parte de mujeres que se vinculaban a Afrodita cíprica –curiosamente la diosa había nacido en sus aguas recibiendo el nombre de Cipris-. Luciano de Samosata, en su “Dea Syria” (6) nos informa de que en la ciudad fenicia de Biblos existía esta prestación femenina pero como una suerte de “multa” o castigo para las mujeres que no se rapaban la cabeza en la fiesta de Adonis. Lo cierto es que todo lo relacionado con este tema de la “prostitución sagrada” sigue siendo debatido y estudiado pues parece comprender realidades muy diferentes que en general se alejan del mero comercio sexual.

Y, quitando a las prostitutas “civiles”, ¿existen más posibles menciones de "sexo por placer”? Eso es lo que han pensado algunos egiptólogos ante la existencia de pequeños elementos como figuras de marcado carácter erótico o pinturas de bailarinas desnudas. Aparecidas en contextos muy variados nos dejan bien claro que el gusto de los habitantes de la tierra del Nilo no era ajeno a los atractivos carnales. De hecho incluso conocemos algunos de los clichés relacionados con el atractivo sexual. En una cultura en la que, por razones de higiene, hombres y mujeres se rapaban la cabeza, el empleo de pelucas tenía un enorme componente erótico. Que una mujer se pusiera su postizo capilar indicaba que se estaba “poniendo guapa”, hablando en plata, y por tanto que podía desear ciertos tratos carnales. Los vestidos vaporosos y aparentemente transparentes que aparecen en pinturas del Reino Nuevo, dejan muy claro que no tenían prejuicios a la hora de mostrar su cuerpo.

En algunas tumbas de personajes notables se constatan estas figuras femeninas que dejan entrever sus formas o incluso mujeres completamente desnudas tocando instrumentos o bailando. La aparición de figuritas realizando el acto sexual, a veces con los genitales completamente exagerados, son hilarantes, pero no por ello deben ser ignoradas. Son testimonio de una posible dimensión desenfadada de la sexualidad pero no significaba por ello que fuera menos importante. Existe, además, un testimonio muy claro sobre las posibilidades sexuales de los egipcios que ha levantado una cierta polémica sobre su significado: el Papiro Erótico de Turín. A pesar de estar fragmentado, este documento del siglo XII a. C., en la XX Dinastía, muestra una serie de escenas donde un curioso personaje masculino, dotado de un falo desproporcionadamente grande, copula con una mujer en múltiples posturas.

A pesar de que se ha querido ver una cierta trascendencia en el trabajo, no son pocos los que lo han calificado como el “kamasutra” de la Antigüedad, 1.400 o 1.700 años anterior al texto indio. Sería por tanto una especie de manual erótico con todas las posturas que podrían practicarse para disfrutar del amor físico. Otras menciones en la literatura egipcia sobre las ansias del amor –como el Papiro Harris 500 o el Chester Beatty I- reforzarían esta idea de auténtico sexo por placer. Pero eso no habría significado necesariamente una promiscuidad moralmente aceptada. En el Libro de los Muertos o en el texto de Ptahhotep se advierte contra el adulterio, concibiéndose como algo negativo y por lo que se paga un alto precio al morir. De hecho a excepción del faraón los varones egipcios eran monógamos.
http://www.elreservado.es/news/view/262-el-sexo-en-la-historia-seriales-historia/1109-la-prostitucion-de-hombres-y-mujeres-a-cambio-de-comida

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