PARA PACIENTES TÍMIDOS, INHIBIDOS O TRAUMATIZADOS
El perfil de su cliente es el de un hombre de mediana edad con problemas sexuales. (CORBIS)
Rubén Díaz Caviedes - Sígueme en Twitter 27/01/2012 (06:00h)
Las sesiones que Padma Deva celebra con sus clientes tienen lugar en la habitación de un hotel, suelen durar dos horas y en ellas se aprende todo lo necesario para mantener relaciones sexuales, desde coaching emocional a ejercicios tántricos pasando, por si acaso la teoría fallase, por la práctica de sexo propiamente dicho. El programa consiste en nueve de estas sesiones tan completas y cuesta alrededor de 4000 libras –unos 4800 euros–. ¿Es Padma prostituta, cortesana, escort o cualquier otro eufemismo con que referirse al oficio más viejo del mundo? No, según ella, aunque comparta con el gremio situación legal y parte de su praxis. Deva asegura que su papel, que se denomina técnicamente surrogated partner –algo así como compañera sustituta–, es el de una terapeuta: actúa como una guía o mentora para personas con problemas relacionados con la intimidad y el sexo.
Teoría y práctica
Su cliente más joven tiene 25 años y el mayor, 65. Los dos acudieron a ella porque eran vírgenes y no conseguían enfrentarse con naturalidad a la idea del sexo. Aunque Deva recibe también a mujeres y parejas, el perfil de su cliente es el de un hombre de mediana edad con problemas sexuales, tanto físicos como emocionales. Casi todos sus pacientes aquejados de eyaculación precoz han conseguido retrasarla hasta los cinco o diez minutos, asegura, y el 90% de los que sufrían disfunción eréctil son ahora capaces de cumplir sin necesidad de recurrir a medicación. El logro del que se siente más orgullosa, no obstante, es la seguridad que consigue inspirar en ellos: “Todos los clientes con los que he trabajado han dejado el programa con una nueva sensación de confianza en sí mismos”.
En Reino Unido, donde Padma se ha convertido en una pequeña celebridad, hay quien asegura que su profesión no es realmente la que ella cree. Lo cierto es que no es pionera; en la Internacional Professional Surrogates Association–que podría traducirse como Asociación Internacional de Sustitutos Profesionales–, con sede en Los Angeles, afirman que la esencia de su tratamiento sexual radica en que el cliente y el compañero sustituto establecen una “relación verdadera” que permite al primero explorar sus problemas en materia de intimidad emocional y sexual. “Los clientes llegan a confiar y cuidar a sus compañeros sustitutos, con quien comparten honestidad, intimidad y un trabajo emocional significativo”. La IPSA también forma a los terapeutas y compañeros sustitutos y los pone en contacto con sus clientes. Se define curiosamente como una organización sin ánimo de lucro, aunque la más breve de sus terapias –de una semana de duración, en la que el cliente contrata a un compañero sustituto por un total de 18 horas– asciende a 3725 dólares. A esto hay que sumar los gastos de desplazamiento y alojamiento del sustituto, que sufraga el cliente, y la tarifa de su “terapeuta local”, también acreditado por la propia asociación.
¿Clientes o pacientes?
Y es que las objeciones a esta técnica no son sólo las lingüísticas. “Los conflictos legales, éticos y deontológicos hacen totalmente desaconsejable el empleo de esta estrategia terapéutica”, explica a El Confidencial el Dr. Carlos San Martín Blanco, médico y sexólogo y secretario general de la Academia Española de Sexología y Medicina Sexual. “El especialista de referencia es el sexólogo, que debe tener una formación clínica de base como médico o psicólogo para poder ejercer la práctica clínica de la sexología”.
El modelo de terapia en que el terapeuta prescribe sexo al paciente no es ni mucho menos una ocurrencia, sino que está inspirado en los estudios desarrollados por los psicólogos William H. Masters y Virginia E. Johnsonen la década de los cincuenta. Masters y Johnson sometieron a observación y experimento a 510 parejas casadas, 54 hombres solteros y tres mujeres solteras, haciendo que interactuasen con 54 compañeras sustitutas voluntarias. En su publicación de 1970 Human Sexual Inadequacy, ambos psicólogos acuñaron el concepto de compañero sustituto y crearon los protocolos pedagógicos y prácticos a los que algunos profesionales se remiten a la hora de explicar en qué consisten sus sesiones. Lo cierto es que, en la práctica, en estos programas de los profesionales de la terapia sustituta encontramos muchas más referencias espiritualistas y pseudocientíficas que a los sesudos estudios de Masters y Johnson. El doctor San Martín se muestra tajante cuando le preguntamos por la inspiración tántrica, védica y hasta chamánica de algunas agendas presuntamente terapéuticas: “La sexología es una ciencia a todos los efectos; se basa en conocimientos empíricos y en la aplicación del método científico para abordar problemas sexuales. El resto de las corrientes que cita se basan en otras premisas no científicas y por tanto no son comparables”.
San Martín también insiste en que estas presuntas terapias no sólo son inadecuadas, sino sencillamente innecesarias: “Existen recursos suficientes en el ámbito clínico”, nos comenta, y “las disfunciones sexuales pueden ser inicialmente abordadas incluso por el médico de familia”, especialmente en los casos en que la problemática sea fisiológica. Para tratar un trastorno en profundidad, “la sexología clínica y la medicina sexual aportan a día de hoy tratamientos psicoterapéuticos, farmacológicos e incluso quirúrgicos” más que solventes. No hay que olvidar tampoco que recurrir al sexo para tratar fobias sexuales o emocionales, por ejemplo, es como intentar sanar el miedo a las alturas asomándose a un precipicio: “Sin duda esta estrategia puede resultar contraproducente dependiendo de cómo se plantee y del perfil del paciente al que se le sugiera”.
Otros detractores de esta terapia sexual o, en propiedad, de que a esto se le llame terapia sexual, lo son sólo de su acepción semántica; argumentan que efectivas o no, sus técnicas lo son sencillamente desde que el mundo es mundo.
Inspirada en Noviembre dulce
En su página web, Padma Deva se dice experta en varias tradiciones tántricas, entre ellas la védica o la de los nativos norteamericanos, aunque a la hora de hablar de su inspiración se remonta a las prostitutas sagradas de la India, por una parte, y a Keanu Reeves por la otra. Fue su película Noviembre Dulce, en la que el actor interpreta a un adicto al trabajo sin vida emocional, la que transformó su vida y la convenció para abandonar su frenético trabajo en una consultoría y dedicarse al mundo de la filantropía erótica. “Me vi a mí misma en el personaje de Keanu Reeves”, afirma. “Y después pensé, ¿no sería fantástico poder liberar a alguien más?”. Ni su familia ni su pareja de entonces experimentaron el mismo entusiasmo cuando Padma descubrió su vocación en la vida, pero con el tiempo han acabado mostrando su apoyo.
Y ahora que es una profesional, sea cual sea su profesión, a Deva sólo le queda convencer al resto de la sociedad, a quien dirige un argumento seguramente menos poderoso de lo que cree: “Les diría que esto me da la oportunidad de llevar una vida con la que antes sólo podía soñar. ¿Qué hay de malo en ello?”.
Teoría y práctica
Su cliente más joven tiene 25 años y el mayor, 65. Los dos acudieron a ella porque eran vírgenes y no conseguían enfrentarse con naturalidad a la idea del sexo. Aunque Deva recibe también a mujeres y parejas, el perfil de su cliente es el de un hombre de mediana edad con problemas sexuales, tanto físicos como emocionales. Casi todos sus pacientes aquejados de eyaculación precoz han conseguido retrasarla hasta los cinco o diez minutos, asegura, y el 90% de los que sufrían disfunción eréctil son ahora capaces de cumplir sin necesidad de recurrir a medicación. El logro del que se siente más orgullosa, no obstante, es la seguridad que consigue inspirar en ellos: “Todos los clientes con los que he trabajado han dejado el programa con una nueva sensación de confianza en sí mismos”.
En Reino Unido, donde Padma se ha convertido en una pequeña celebridad, hay quien asegura que su profesión no es realmente la que ella cree. Lo cierto es que no es pionera; en la Internacional Professional Surrogates Association–que podría traducirse como Asociación Internacional de Sustitutos Profesionales–, con sede en Los Angeles, afirman que la esencia de su tratamiento sexual radica en que el cliente y el compañero sustituto establecen una “relación verdadera” que permite al primero explorar sus problemas en materia de intimidad emocional y sexual. “Los clientes llegan a confiar y cuidar a sus compañeros sustitutos, con quien comparten honestidad, intimidad y un trabajo emocional significativo”. La IPSA también forma a los terapeutas y compañeros sustitutos y los pone en contacto con sus clientes. Se define curiosamente como una organización sin ánimo de lucro, aunque la más breve de sus terapias –de una semana de duración, en la que el cliente contrata a un compañero sustituto por un total de 18 horas– asciende a 3725 dólares. A esto hay que sumar los gastos de desplazamiento y alojamiento del sustituto, que sufraga el cliente, y la tarifa de su “terapeuta local”, también acreditado por la propia asociación.
¿Clientes o pacientes?
Y es que las objeciones a esta técnica no son sólo las lingüísticas. “Los conflictos legales, éticos y deontológicos hacen totalmente desaconsejable el empleo de esta estrategia terapéutica”, explica a El Confidencial el Dr. Carlos San Martín Blanco, médico y sexólogo y secretario general de la Academia Española de Sexología y Medicina Sexual. “El especialista de referencia es el sexólogo, que debe tener una formación clínica de base como médico o psicólogo para poder ejercer la práctica clínica de la sexología”.
El modelo de terapia en que el terapeuta prescribe sexo al paciente no es ni mucho menos una ocurrencia, sino que está inspirado en los estudios desarrollados por los psicólogos William H. Masters y Virginia E. Johnsonen la década de los cincuenta. Masters y Johnson sometieron a observación y experimento a 510 parejas casadas, 54 hombres solteros y tres mujeres solteras, haciendo que interactuasen con 54 compañeras sustitutas voluntarias. En su publicación de 1970 Human Sexual Inadequacy, ambos psicólogos acuñaron el concepto de compañero sustituto y crearon los protocolos pedagógicos y prácticos a los que algunos profesionales se remiten a la hora de explicar en qué consisten sus sesiones. Lo cierto es que, en la práctica, en estos programas de los profesionales de la terapia sustituta encontramos muchas más referencias espiritualistas y pseudocientíficas que a los sesudos estudios de Masters y Johnson. El doctor San Martín se muestra tajante cuando le preguntamos por la inspiración tántrica, védica y hasta chamánica de algunas agendas presuntamente terapéuticas: “La sexología es una ciencia a todos los efectos; se basa en conocimientos empíricos y en la aplicación del método científico para abordar problemas sexuales. El resto de las corrientes que cita se basan en otras premisas no científicas y por tanto no son comparables”.
San Martín también insiste en que estas presuntas terapias no sólo son inadecuadas, sino sencillamente innecesarias: “Existen recursos suficientes en el ámbito clínico”, nos comenta, y “las disfunciones sexuales pueden ser inicialmente abordadas incluso por el médico de familia”, especialmente en los casos en que la problemática sea fisiológica. Para tratar un trastorno en profundidad, “la sexología clínica y la medicina sexual aportan a día de hoy tratamientos psicoterapéuticos, farmacológicos e incluso quirúrgicos” más que solventes. No hay que olvidar tampoco que recurrir al sexo para tratar fobias sexuales o emocionales, por ejemplo, es como intentar sanar el miedo a las alturas asomándose a un precipicio: “Sin duda esta estrategia puede resultar contraproducente dependiendo de cómo se plantee y del perfil del paciente al que se le sugiera”.
Otros detractores de esta terapia sexual o, en propiedad, de que a esto se le llame terapia sexual, lo son sólo de su acepción semántica; argumentan que efectivas o no, sus técnicas lo son sencillamente desde que el mundo es mundo.
Inspirada en Noviembre dulce
En su página web, Padma Deva se dice experta en varias tradiciones tántricas, entre ellas la védica o la de los nativos norteamericanos, aunque a la hora de hablar de su inspiración se remonta a las prostitutas sagradas de la India, por una parte, y a Keanu Reeves por la otra. Fue su película Noviembre Dulce, en la que el actor interpreta a un adicto al trabajo sin vida emocional, la que transformó su vida y la convenció para abandonar su frenético trabajo en una consultoría y dedicarse al mundo de la filantropía erótica. “Me vi a mí misma en el personaje de Keanu Reeves”, afirma. “Y después pensé, ¿no sería fantástico poder liberar a alguien más?”. Ni su familia ni su pareja de entonces experimentaron el mismo entusiasmo cuando Padma descubrió su vocación en la vida, pero con el tiempo han acabado mostrando su apoyo.
Y ahora que es una profesional, sea cual sea su profesión, a Deva sólo le queda convencer al resto de la sociedad, a quien dirige un argumento seguramente menos poderoso de lo que cree: “Les diría que esto me da la oportunidad de llevar una vida con la que antes sólo podía soñar. ¿Qué hay de malo en ello?”.
Nenhum comentário:
Postar um comentário