Aumentan los casos en personas con discapacidad
Prevención del abuso sexual
En los últimos tiempos, los medios de comunicación parecen indicar un aumento de los abusos sexuales a discapacitados. Sobre todo los mentales, por sus características propias, por la forma en que son educados, dependientes de los demás, y por la falta de una adecuada educación sexual son de tres a cuatro veces más vulnerables que los niños, otro grupo, junto con las mujeres, que es más propicio para sufrir este flagelo.
Una de las notas asociadas a la discriminación que sufren los discapacitados en diversos ámbitos es la violencia, la cual en ocasiones no se presenta en una manifestación física, como golpes, sino que sus formas suelen revestirse de un cierto solapamiento, cuando no resultan en un brutal maltrato, que incluye injurias, menosprecio y otras formas agresivas. Aunque cueste creerlo, el entorno familiar suele ser fuente de la violencia que se ejerce contra personas con minusvalías físicas o mentales. También las alusiones peyorativas y cómo se los presenta a través de los medios de comunicación. Los rechazos sociales, tales como el reciente caso de la niña que no es admitida en una institución escolar privada de educación “normal” porque no puede subir con presteza una escalera (sic); la falta de accesibilidad en espacios públicos y privados; la escasez de medios de transporte adaptado y la indiferencia son algunas formas de violencia hacia los discapacitados. Pero sin dudas una de las peores es el abuso sexual. Abuso y noticias A partir de los medios, el abuso sexual de discapacitados ha cobrado una cierta perspectiva morbosa, revelando detalles y mostrando fotografías de victimarios que no hacen al caso, menos aún cuando la justicia no se ha expedido al respecto. Por más que los indicios sean fehacientes, imputar a alguien y mostrarlo como abusador o violador antes de que haya sentencia es, cuanto menos, una falta de ética inadmisible. Para cuando el fallo exista, el propio periodismo habrá olvidado el hecho o, a lo sumo, lo reflejará en una nota minúscula. Por otro lado, la forma de encarar la noticia, más que alertar a posibles víctimas, parece tener una intención docente acerca de cómo realizar un abuso. “Una mujer denunció que su hijo discapacitado fue abusado sexualmente en una clínica psiquiátrica tras encontrársele una lapicera en el recto”, titula un periódico de Santiago del Estero. “Se entregó esta madrugada el hombre que violó a 13 jóvenes discapacitados”, es la fórmula de un prestigioso diario capitalino. De todas maneras, la cantidad de noticias que tienen como tema el abuso sexual sobre discapacitados en el último año es un indicador de que es una modalidad delictual que está en aumento, pese a que, en realidad, no existen estadísticas oficiales en la Argentina sobre esta problemática. ¿Qué es el abuso sexual? El abuso sexual está definido como cualquier acción que implique interacción entre un adulto y un menor con el objeto de estimularse sexualmente el primero, al propio niño o a un tercero. También se aplica la figura en casos en que el abusador también es menor de edad, siempre y cuando haya una diferencia de cinco años o más. No está tipificada la forma de abuso sexual a discapacitados en el Código Penal ni en ninguna ley, como sí lo hace distinta normativa para el caso de menores, incluidas sanciones en el citado Código, principalmente en su artículo 119. Sin embargo, se asimila al discapacitado mental al niño, en cuanto a que para la ley argentina ni uno ni otro son libres para consentir mantener una relación que implique sexo, por lo que el abuso se presume en los casos de quienes tengan sus facultades mentales alteradas. Los que sufran de algún impedimento físico corren con las generales de la ley. Las mujeres saben lo difícil que es, en algunas circunstancias, probar que fueron víctimas de algún tipo de abuso, por lo que a un discapacitado físico abusado le resultará igual de penosa la prueba. El abuso sexual no implica necesariamente acceso carnal, sino que incluye toda una gama de acciones que no necesariamente terminan en él, como, por ejemplo, obligar o incitar a presenciar alguna relación, manoseos, etc. No puede encuadrarse en esta figura el sexo consentido entre personas con y sin discapacidad, aun aquel llevado a cabo por Devotees o Wanabes. Características Este delito execrable no conoce diferencias de clases, razas ni de ninguna otra especie, sino que se da en todos los ambientes. Generalmente, es llevado a cabo por personas del entorno inmediato del discapacitado, lo que incluye a parientes, amigos, vecinos, acompañantes terapéuticos y todo aquel que tenga acceso al círculo íntimo del discapacitado. Obviamente, la inmensa mayoría de estas personas no son abusadores. Las teorías de Lombroso (psiquiatra y antropólogo italiano, padre de la criminología moderna), quien hizo una minuciosa descripción anatómica de los rasgos físicos del criminal tipo, para poder reconocerlo a simple vista, no funcionan para detectar a un abusador, como tampoco sirvieron para el cometido para el que fue creada. Es decir, no existe un perfil anatomo-psicológico que permita apreciar a simple vista un posible abusador: suele ser alguien aparentemente normal, sin ninguna característica peculiar que alerte. Es usual que se crea que para que se produzca el abuso, debe mediar la utilización de la fuerza física. Sin embargo, en la mayoría de los casos constatados, la coerción no necesitó de ésta, sino que corrientemente se produce por medio de un trabajo “de ablande”, para, luego de sucedido, pasar a la etapa de la amenaza, con lo que se busca silenciar al abusado. Esto termina por instalar en la víctima un sentimiento de culpa y suele llevarlo a tolerar esta forma de violencia por períodos prolongados. Por otro lado, estos delitos privados presentan un bajo índice de denuncia, porque crean un estado de culpa en la familia toda y vergüenza, lo que lleva a que queden impunes. Algunas cifras Si bien no existen en el mundo estadísticas confiables al respecto, el abuso sexual de discapacitados: - tiene una probabilidad de 3 a 4 veces mayor; - en él, 89% de las víctimas conocían a su agresor; - 81% eran familiares; - en menos del 10% de los casos se realiza la denuncia correspondiente en el mundo; - no está amparado como figura legal en la Argentina; - sólo 1 de cada treinta llega a un estrado judicial en nuestro país. ¿Cómo detectarlo? Por sus características, sobre todo los discapacitados mentales son particularmente vulnerables, más aquellos que tienen problemas de comunicación. La sociedad no manifiesta hacia ellos la misma sensibilidad que ante los hechos de este tipo que involucran a niños. Para la ONG británica Mencap, los niños discapacitados tienen hasta cuatro veces más posibilidades de resultar abusados que los chicos sin discapacidad. No existen fórmulas precisas para su detección, sí rasgos genéricos que pueden llevar a su presunción. Por supuesto que cuando el abuso sexual conlleva una violación (para la ley, en el caso de personas con problemas mentales siempre es así), su estipulación es sencilla. Un estudio clínico lo revelará, aunque casi siempre se realizan los específicos a continuación de una fuerte sospecha. En general, se advertirán cambios en la conducta del afectado, como un mayor retraimiento o un rendimiento escolar menor del habitual, en caso de estar escolarizado. También es posible que se manifiesten alteraciones en el sueño, con pesadillas; quejas somáticas (dolores en el cuerpo, en la cabeza, etc.). Asimismo, pueden estar presentes fobias a determinadas personas con las que antes tenía buena relación; conductas autoagresivas; incontinencias; regresiones; etc. También es importante escuchar lo que ellos dicen, siempre. Nada garantiza que alguno o algunos de estos ítems sean producto de un abuso sexual, pero siempre es necesario indagar sobre sus causas, cualesquiera que éstas sean. ¿Cómo prevenirlo? No es un tema fácil el de la prevención, pero hay elementos a tener en cuenta. Uno de ellos es que hay que tener siempre presente que absolutamente todos los discapacitados son seres humanos y, como tales, sexuados. El rol pasivo que les da la sociedad hace que sea más fácil “convencerlos” y la falta de una educación sexual adecuada aumenta notablemente el riesgo. Más allá de ponernos paranoicos y encerrar a nuestros discapacitados bajo siete llaves, hay que educarlos sexualmente y hacerles conocer los peligros a los que se exponen, además de explicarles con detenimiento cuáles son sus derechos y qué hacer ante casos como los del abuso y en todos los demás de la vida. La forma de educarlos, haciéndolos dependientes de los demás, en lugar de independizarlos, los sume en una posición pasiva que favorece las acciones de estos sujetos, porque se los acostumbra a que lo que dicen y hacen los “normales” siempre es adecuado, según expresa el español José Ramón Amor en el libro colectivo Sexualidad y personas con discapacidad psíquica. De hecho, muchos de los abusados ni siquiera son conscientes de ser víctimas de estas prácticas, comenta la psicóloga Pepa Horno, de la organización internacional “Save the Children”. Los extremos, en este caso, no conducen a buen puerto. Ni sospechar de todos ni desentendernos del tema aparecen como soluciones válidas. Insistimos que hay que tener en cuenta el derecho a la sexualidad de los discapacitados y a informarlos al respecto para prevenir, que, como decían nuestras abuelas, sigue siendo mejor que curar. Y dejarlos expresarse y atender a lo que nos quieren comunicar. Ronaldo Pellegrini ronaldopelle@yahoo.com.ar
http://www.elcisne.org/ampliada.php?id=374
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